lunes, 14 de abril de 2014

El Festival de Música y de la Palabra

El Festival de Música y de la Palabra

Enhorabuena a todos quienes de una manera u otra hicieron posible la IX edición del Festival Internacional de Música Tierra de Gigantes. Unas ediciones que han tenido sus más y sus menos, sus mejores momentos y sus peores a lo largo de todos estos años. En esta ocasión su director y verdadero artífice, Luis Cobos, convirtió la Sierra de los Molinos en un escenario de “quijotes” sobre el que lo que parece imposible se hizo realidad en plena Mancha.

Un aplauso a todos los que pasaron por el escenario, auténtico gigante de las nuevas tecnologías entre molinos del XVI. Un aplauso mayor a los premiados quienes demostraron su categoría artística y profesional, cada uno en su ámbito. Todos supieron estar en su sitio y ofrecer palabras agradables y de agradecimiento. Serafín Zubiri aportó su gran voz y se implicó en el festival como ningún otro, con canciones propias y estrenando dos nuevas composiciones de Luis Cobos. Su perro lazarillo fue el Rocinante que impasible sí acompañó a su dueño y amigo en todo momento.

El presidente de la ONCE, Miguel Carballeda y el embajador de Japón en España, Satoru Sato, no cantaron pero si entonaron palabras de solidaridad y de amistad. 
Escucha a José Sacristán:

Pie de foto: foto www.manchainformacion.com

Pero yo lo tengo muy claro, si tengo que destacar a alguno de los cuatro galardonados es a José Sacristán, Quijote de la Palabra. El fue el verdadero Don Quijote de la Mancha como ya lo fuera en la versión musical hace años y lo sigue siendo ahora en la adaptación de José Ramón Fernández con la obra “Yo soy Don Quijote de la Mancha” que se estrenaba hace un año en el Festival de Teatro Clásico de Almagro. Sacristán puso sobre el escenario la voz de la conciencia, la voz del sentido moral del auténtico Don Quijote con una selección de fragmentos que dejaron clara la vigencia de la injusticia y con ella la tremenda actualidad de Don Quijote. Una vigencia que pone los pelos de punta al igual que oír recitar a José Sacristán con una voz que es, sin ninguna duda, la del propio caballero de la triste figura.

Oí comentar a alguien tras el Festival, la moderación de José Sacristán en su intervención, una postura que por lo visto no siempre le acompaña. Y es que nos creemos que lo escrito hace cinco siglos queda ahora en palabras hermosas pero vacías. No, no fue poco lo que allí se recitó y es que hay cosas que nunca cambian, da igual cuanto tiempo pase. El Quijote está más vigente que nunca. 

Tampoco deben caer en saco roto las palabras de Luis Cobos. En un Festival dedicado a las personas con capacidades diferentes el director recordó, aprovechando la presencia de más de un político, que hay líneas que no se pueden cruzar cuando se trata de apoyar y ayudar a este colectivo. Mensajes para no olvidar son también las letras de las canciones que Zubiri cantó: “Canción de amor”; “Para qué llorar” o “Todos somos música”. La palabra y la música, la música y la palabra, esperemos que no se las lleve el viento y que sirvan ambas para remover conciencias y acciones. 

Lo que sí que podemos dejar en el olvido es la “anécdota” del Festival que la ponían los presentadores, y más ella que él, entre balbuceos, meteduras de pata y tanto directo para CLMTV. 

Así entre la belleza de la sierra, un amplio repertorio de música, canciones y bailes, representaciones, homenaje a Sara Montiel, artistas de aquí y de allí y palabras llenas, transcurrió el noveno Festival Internacional de Música “Tierra de Gigantes”, una iniciativa que pocos creíamos que se prolongaría durante tantos años y que este año me atrevo a decir que ha sido la mejor edición junto con la primera. ¿Será porque hay más de un “Yo soy Quijote”?

Laura Figueiredo


Nota: me ha sido imposible recuperar los fragmentos que José Sacristán recitó en el Festival. Me comprometo a ofrecerlos en cuanto pueda, mientras les invito a que lo escuchen con atención el domingo 7 de julio. CLMTV ofrecerá la grabación del espectáculo. Si alguien me lo puede facilitar lo agradeceré, será una buena lectura para este verano.
Mientras este pequeño reportaje nos sitúa en "Yo soy Quijote"


“Entre leches…”

“Entre leches…”

Sí, entre leches fue cuando hace unas semanas me encontré a una compañera de colegio, Teresa. Sería mejor decir a una compañera de infancia y adolescencia pues fueron 14 los años que compartimos en las mismas aulas con los mismos profesores, libros, exámenes, recreos, juegos, regañinas, risas, castigos, carreras por los pasillos, nervios, alegrías, logros y fracasos.


En el colegio nos conocimos y allí nos despedimos sin poder imaginar que necesitaríamos  treinta años para volver a vernos y además en el pasillo de las leches de Mercadona, en el mismo barrio donde día tras día habíamos cogido el autobús que nos llevaba y traía del colegio.

La primera alegría fue poder reconocernos, acordarnos de nuestros nombres con apellidos y ubicarnos perfectamente hasta en el sitio que ocupamos durante párvulos, EGB, BUP y COU.

Lo último que supe de Teresa es que había estudiado Farmacia. Era una niña de notas normales, con un alto sentido de la responsabilidad y que sabía mucho de esfuerzo y constancia. Me contó cómo logró meter cabeza en unos laboratorios como ayudante de laboratorio y cómo superó la crisis de los primeros años de los 90 sin que ésta dañara su carrera profesional. Empezó sin cobrar pero al menos aprendía y adquiría conocimientos y experiencia para el currículum. Después obtuvo en el mismo laboratorio una beca, contrato temporal y por fin contrato indefinido (cuando éste significaba algo más que ahora). El tesón le sirvió para ir con los años adquiriendo más responsabilidades hasta dirigir un grupo de 8 personas en el departamento de investigación.

Paralelamente en su vida personal se había casado, tenía tres hijos y vivía en un barrio cercano.

Mientras nos poníamos al día íbamos con los carros para la derecha y para la izquierda para dejar pasar a quienes ajenos a nuestra conversación y presencia nos atropellaban. Y es que a esa hora el tráfico era intensísimo, un sábado en Madrid. Eso sí seguíamos entre leches.

Teresa me dijo que la vida que me acababa de resumir era la de antes. ¿La de antes? Sí, la de antes de la crisis. Hace dos años el laboratorio fue absorbido por otro alemán y las cosas cambiaron mucho. Fueron despedidos la mayoría de los trabajadores con más de 40-45 años y se contrataron preferentemente a personas en los 30 con menos sueldo y menos derechos, bajo otro convenio, pero con cierta experiencia. También se abrió una convocatoria de becas para recién titulados en diversas especialidades y así estar dentro de la lista de empresas que crean trabajo en este sector tan castigado y también recibir alguna que otra subvención y exención de obligaciones fiscales sin olvidar alguna mención especial y premio por su sensibilidad especial hacía los jóvenes.

Total que Teresa, una persona formada, con experiencia, toda una profesional y que ahora es cuando más conocimiento podía aportar desde la vivencia que dan años y años de trabajo resulta que está en su casa arrinconada no sólo por una crisis afilada y dañina sino también por un nuevo sistema de producción y de prioridades globalizadas.  Así me lo decía ella misma y así lo sentía. Intentaba no dejar paso al fatalismo y a la nostalgia lomitándose a contar una realidad vivida en primera persona.

Con cierto pesar recordaba como se había perdido la infancia de sus hijos y las prisas y agobios que había pasado para criarlos. Cualquier contrariedad en la rutina del día a día se convertía en un problemón: un niño enfermo, una reunión del cole, un viaje de trabajo, una cuidadora que falla y otra que no llega a tiempo… Su marido muy bueno y buen padre pero todavía de una generación que no sabe de “conciliaciones auténticas”. Y todo ello sin mencionar casi en el trabajo  que tenías familia pues nadie quiere problemas personales y familiares en el ámbito laboral.

Con mucha gracia me contó como intentó decir que estaba embarazada del tercero sin que su jefe pusiera mala cara. Por supuesto no lo logró así que allí estuvo hasta el último día entre bacterias, virus, bichos…

Las dos pertenecemos a una generación educada en el “estudia, fórmate para tener tu trabajo y tu independencia”, en una responsabilidad excesiva, en que el esfuerzo y el tesón tienen su recompensa. Estábamos convencidas de que el trabajo del hogar y la familia era para ser compartido y que a todo no se podía llegar. El tiempo nos ha ido enseñando que las cosas no siempre son como nos dijeron y creímos y que lo mejor es estar educados para adaptarnos a lo que toca en cada momento y saber salir adelante no sólo económicamente sino también como personas. Porque la crisis se está llevando por delante empresas, trabajos, derechos, logros… y lo que es peor personas.

Ahora Teresa y después de un año intenso de cursos para “reorientar” su formación y otro año de repetirse todos los días “yo valgo y mucho” escucha día tras día el erre que erre de ser emprendedora y autónoma. “Y es que ahora encima hay que ser emprendedor y a eso no nos enseñaron”.  Pues habrá que aprender y tirar adelante como otras generaciones hicieron cuando también descubrieron que no siempre las cosas son como creemos y deseamos.

Allí entre leches lechadas, deslechadas o semideslechadas nos despedimos con los buenos deseos de vernos pronto y con mejores noticias. Ojalá que no pasen otros treinta años y si pasan que al menos nos sigamos reconociendo.

¿Os suena esta historia?


Laura Figueiredo

Socorro, estoy “desguasada”

Socorro, estoy “desguasada”

En los últimos días unos y otros se han encargado de recordarme que vivo sin whatsApp. Yo por el contrario, y sin proponérmelo, les estoy demostrando no sólo que se puede vivir sin esta aplicación sino que además se puede ser hasta feliz.


Hace poco quedaba a comer con unas amigas que además son antiguas compañeras de batallas profesionales. Sabía el día y el lugar pero no la hora. Teníais que ver la cara de Rosa cuando descubrió junto con Gema que no aparecía en la lista de los wp.”Es que no te encuentro en la lista” me respondía con voz de asombro cuando decidí solucionar mi problema llamando por el móvil.

Después de que estas dos compañeras superaran el shock, llegó Ana que no tardó en ver mi móvil sobre la mesa. Con toda naturalidad me dijo que cómo no me daba vergüenza sacar esa antigüedad.

Poco antes, otro amigo con el que intercambiaba algunos datos me colocó directamente en el grupo de personas que “cuestan”, en seguida entendí que conectar conmigo cuesta el dinero de una llamada o de un sms.

Claro que lo peor es lo del grupo de amigos de Madrid, como así nos identificamos. De 17 adultos y cosa así de 20 niños-adolescentes soy la única que no tengo wp. Estoy convencida que hasta Pablito maneja el artilugio. El caso es que la única amiga que me quedaba en esta pandilla fuera de la aplicación, Conchita, hace dos o tres meses que se ha sumado a la era digitalísima y ya no recibo ni un solo correo de ella. Las dos nos comprendíamos muy bien y en cuanto nos enterábamos de algo que el resto había decidió compartir por el wp nos lo contábamos. Ahora me siento sola e incomprendida.

Es más, no me doy por enterada del lumbago de Juan Antonio pues sólo lo ha comunicado por el dichoso wp. Así que aguantaré encima que me ponga en la lista negra por no interesarme por su salud.

Ahora pasa con el wp lo que hace un tiempo pasaba con el correo electrónico. Los mensajes y archivos que nos enviábamos por e-mail eran el tema de conversación entre los amigos cuando nos veíamos cara a cara. Que si que chula la presentación del amanecer, que si la historia del viejo y el niño, que si las fotos del National Geographic, que si vaya risa, que si vaya tíos, que si será verdad….Pues ahora no puedo ni participar en las conversaciones: que si tú me mandaste un wp, que si qué va, que si era para mengano, que si me puso esto, que si a mí no me dijo nada, que si os habéis enterado, que si cómo no fuiste a la cena…Es entonces cuando reviento y dejo bien claro y bien vocalizado “os repito que estoy desguasada aunque no os lo podáis creer”.

Eso sí, estoy convencida de que soy la única que no tengo tortícolis de mirar tanto para abajo ni me va salir artrosis temprana en los dedos. Pero como siga así ni llegaré a comer con las amigas, me tacharán de prehistórica, me perderé la cervecita con los amigos porque “cuesto”, no podré participar en los temas sobre el últimos wp de fulano y lo que es peor me quedaré sin amigos.

Con estas líneas no pretendo ni siquiera ironizar sólo contar lo que es cierto. Es lo que le pasa a una persona con una edad como la mía que se supone que sabe encajar esta como otras tantas situaciones. Una persona al fin y al cabo que no tiene la famosa aplicación por circunstancias pero que si verdaderamente la necesitara o quisiera la tendría.

Comprendo, al menos hasta cierto límite, lo que puede sentir un adolescente con una personalidad en construcción y fuera del wp o de otras plataformas y herramientas como las redes sociales. Ellos sí que se quedan al margen del último tema a debatir en la red, de las historias entre compañeros de clase o del último vídeo que circula por el pueblo. De los que no tienen wp no se van a preocupar quienes convocan cualquier “evento” por el móvil porque es impensable que alguien viva sin tuenti, la play o el wp a estas alturas de la vida.

Las nuevas tecnologías han convertido al mundo en un pañuelo, todo está cerca y han permitido el acceso multitudinario a las mismas, quedando al alcance de todos. Una realidad que con mayor o menor ironía, crea marginación y olvido de quienes no están “online”. Y sobretodo entre los más jóvenes que olvidan tener en cuenta al “desguasado” por lo que queda al margen.

En fin, muy triste la vida del “desguasado”. Creo que tras esta reflexión ya no soy tan feliz.  

Laura Figueiredo
PD. Que quede claro que no me niego a tener wp. Mientras lo tengo o no o mientras aparece otro invento reivindico un hueco y recuerdo para “los desguasados”.